Me gustan los aeropuertos, ahora parecen ser el centro de atención de la seguridad mundial, tengo un pie casi en el Aeropuerto de la Ciudad de México, no saldré, no volaré, pero me mueve un sentimiento de impaciencia, de cierta desesperación que pocas veces se siente, como un amor mal correspondido ó casí apunto de morir, me gusta la libertad de un boleto de avión, ir al desk y seguir el ritual, como la antesala de una entrevista con San Pedro, me gusta, me gusta la rutina de viajar, me gusta ver a la gente corriendo de un lado a otro, fumando, entrando a los sanitarios, las revistas, los sillones repletos de gente leyendo, el altavoz, las pantallas de llegadas y salidas, me gustan las azafatas, me gusta la intranquilidad de la cuenta regresiva, pero no se si tengo tiempo ya de esperar, tomo una ducha, las llaves, algo de plata y me olvido de los colores del dia, odiaría odiar mi impaciencia hacia las cosas, porque las cosas estan ahi y sólo hay que tomarlas.